A medida que nuestra región ha ido avanzando hacia una mayor prosperidad y desarrollo social, se ha vuelto cada vez más evidente la importancia de contar con instituciones (es decir, reglas del juego) que promuevan la competencia y aseguren el buen funcionamiento de los mercados, de manera que el proceso que el economista austro-estadounidense Joseph Schumpeter bautizó como ”la destrucción creativa” pueda operar libremente, echando por tierra lo obsoleto para dar lugar a lo nuevo y valioso.
En muchos de nuestros países, los emprendedores (y por ende, la innovación) se enfrentan a obstáculos institucionales, insalvables para muchos. En algunos casos, se trata de normas que dificultan y encarecen artificialmente el proceso de crear una nueva empresa, como ocurría en Chile hasta hace sólo pocas semanas cuando, tras una intensa campaña de ASECH, el Congreso autorizó la creación de empresas en un día y a costo cero en un sitioweb gubernamental.