Más de la mitad (54%) de las asambleístas departamentales de La Paz, Beni y Tarija sufrieron acoso político, alguna vez, en el ejercicio de sus funciones. En La Paz, el 57% de ellas decidió denunciarlo, mientras que en Beni sólo lo hizo el 14% y en Tarija, ninguna.
Los datos se desprenden del estudio “Acoso y violencia política en órganos legislativos departamentales. Experiencias de La Paz, Tarija y Beni 2016-2017”, realizado por el Observatorio de Paridad Democrática del Tribunal Supremo Electoral (TSE). Esta investigación, aún no publicada, se desarrolló en dichos departamentos por ser representativos de las tres regiones del país.
Desde el uso de sobrenombres, pasando por la intimidación con un chicote, hasta obligarles a firmar algo con lo que estaban en desacuerdo, e incluso a renunciar a sus cargos, las formas del acoso y violencia política son diversas y están presentes en el ejercicio político que ejercen las mujeres en el país.
De acuerdo con el citado estudio, el 59% de las asambleístas de La Paz ha experimentado alguna forma de acoso político en el ejercicio del cargo; el 56% en Beni y 46% en Tarija. Por otro lado, el 29% de las legisladoras de La Paz vivió violencia política, el 27% de las tarijeñas y el 66% de las benianas.
“El hecho de que pongan un chicote delante de nosotras y nos digan ‘éste es el chicote con el que les vamos a hacer respetar nuestras decisiones (…) Hemos hecho llorar a la presidenta para que nos haga caso en algunas demandas, ¿por qué no vamos a hacerlo con ustedes?’ hace que se sientan orgullosos. Esto es violencia verbal”, sostiene una asambleísta titular por La Paz, departamento que cuenta con 20 legisladoras mujeres y 22 hombres.
El lenguaje también puede ser utilizado como un recurso para el ejercicio de la violencia, ya sea encubierta y naturalizada, o directa e intencionada. En el marco de esta investigación, las entrevistadas coincidieron en señalar que muchas veces han sido etiquetadas con sobrenombres despectivos que derivan en burla.
“Campesina, mala mujer, mujer de pantalón, loca, negra y hormonal”, son algunos adjetivos que las asambleístas por La Paz suelen escuchar, según dijeron; “sonsa, tacuchi, iscayacheña, muerta y amante del presidente”, las de Tarija; y “colla, qué se cree ésta, ignorante y mona”, las de Beni.
Violencia psicológica
A pesar de que un 37% de las legisladoras admitieron que alguna vez fueron víctimas de violencia política, a la hora de precisar qué tipo de agresiones sufrieron, el 79% de éstas apuntaron hacia la violencia psicológica. En La Paz, el 80% dijo que sí la vivió; en Beni, el 100% de las asambleístas; y en Tarija, el 66,7%.
“Existe una resistencia naturalizada a la irrupción de las mujeres en el espacio público y la sola presencia de mujeres, resulta ofensiva para quienes lo ejercen de la forma masculina hegemónica”, señala el estudio.
Una de las manifestaciones de esta forma de violencia es el hostigamiento que sienten algunas legisladoras para que firmen una resolución contraria a su criterio. Esto ocurre, incluso, entre los miembros de sus propias bancadas, donde las mujeres ven subordinar sus posiciones personales ante las decisiones partidarias, aun no estando de acuerdo.