Alianzas electorales en sistemas políticos multinivel. ¿Por qué deberían llamar especialmente nuestra atención?

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01 Diciembre 2014

En el marco de la competencia democrática, los partidos políticos recurren frecuentemente a la coordinación electoral como una estrategia para maximizar su rendimiento electoral y posibilitar la formación de gobiernos que respondan a sus preferencias de políticas públicas, tanto en el ámbito nacional como subnacional. Para la literatura especializada, cuando los partidos deciden aliarse en el nivel local, prefieren replicar los acuerdos políticos nacionales. Competir y gobernar con los mismos aliados en todo el territorio facilita la toma de decisiones internas y la negociación entre los partidos (Back et al. 2013), genera una imagen más coherente de la plataforma política y reduce los costos de las relaciones intergubernamentales (Deschouwer 2009). 

No obstante, empíricamente, las alianzas electorales subnacionales reflejan solo parcialmente los acuerdos partidarios nacionales. Con frecuencia partidos nacionales rivales e incluso distantes ideológicamente presentan candidaturas conjuntas en elecciones locales. Tal es el caso de alianzas ‘contraintuitivas’ como, por ejemplo, las del Partido Justicialista (PJ) y la Unión Cívica Radical (UCR) en algunas provincias de Argentina, del Partido dos Trabalhadores (PT) y el Partido da Social Democracia Brasileira (PSDB) en municipios brasileños, o entre el Partido Acción Nacional (PAN) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD) en los estados mexicanos. Si se considera la dimensión multinivel, las estrategias electorales pueden ser clasificadas como convergentes o divergentes. Una alianza local es convergente cuando replica los acuerdos partidarios nacionales y se compone de los mismos integrantes o de un subgrupo de ellos. En cambio, una alianza es divergente cuando dos partidos que son rivales en la elección nacional se alían en un estado o municipio. En este caso, se trata de un acuerdo nuevo y focalizado. En el caso de México, considerando todas las candidaturas a gobernador de los 31 estados y el Distrito Federal entre 1994 y 2013, el 53% de las alianzas locales realizadas son convergentes respecto de las candidaturas nacionales, mientras que el 47% son divergentes. En conjunto, ambas estrategias suman el 30% del total de las candidaturas presentadas. Es decir, las estrategias divergentes son tan frecuentes como las convergentes (Miño 2014).

Además, aunque las alianzas divergentes refieren a una dimensión estratégica, en el caso de los estados mexicanos son también ideológicamente más heterogéneas. Con información de la Encuesta a Expertos en política estatal en México, 2001-2012 (Loza y Méndez 2014) se construyó el rango ideológico de las 146 alianzas realizadas en el periodo. Este indicador mide la distancia absoluta entre los socios más extremos de una alianza, según una escala de ubicación espacial de los partidos [1]. De allí se observa que la distancia media del grupo de las alianzas convergentes es de .40, mientras que para el grupo de las alianzas divergentes es de 1.38. La diferencia es significativa para un valor de p<0.01 y se mantiene si controlamos el efecto de las alianzas entre PAN-PRD y del partido que se trate. Para los tres partidos mexicanos más importantes, el rango ideológico de sus alianzas divergentes es significativamente mayor que el de sus alianzas convergentes.

 

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