El activismo, la defensa y promoción y el desarrollo de movimientos de activistas de derechos de las mujeres y activistas feministas se ven afectados por el panorama digital, lo que genera nuevas oportunidades y desafíos. Desde la vigilancia por circuito cerrado de las trabajadoras de la confección en fábricas de la India hasta las fotografías íntimas que se distribuyen en línea sin el consentimiento de las mujeres, la Internet —tan ligada a nuestra vida cotidiana— puede ser un espacio de miedo y riesgos. Hay muchas respuestas feministas a los riesgos y las amenazas, y en el centro de este trabajo se encuentran las estrategias intersectoriales de desarrollo de habilidades, confianza y redes de solidaridad para interactuar eficazmente con las tecnologías digitales y transformarlas a través de una política y práctica de cuidado y seguridad. Para fortalecer la resiliencia de los movimientos, las feministas tenemos que colocar la seguridad digital firmemente en el centro de nuestra interacción con Internet.
La seguridad digital como respuesta feminista
En fechas recientes, se ha dado cada vez más atención al hostigamiento de las mujeres en línea, con especial énfasis en el movimiento #MeToo, que comenzó originalmente en 2006 para apoyar a las personas sobrevivientes de la violencia sexual. Un discurso integral en torno al cuidado personal y colectivo y la defensa personal feminista no distingue entre el activismo en línea y fuera de línea, porque las mujeres, las personas transgénero y las personas que expresan inconformidad de género experimentan niveles elevados de violencia en la vida real y en los espacios digitales. Por ejemplo, un estudio reciente de Amnistía Internacional explora cómo las mujeres muchas veces sufren violaciones de derechos humanos en las plataformas de redes sociales, como Twitter, que son similares a las que experimentan fuera de línea. Además, un análisis de los casos de violencia contra las mujeres relacionados con la tecnología reportados en la plataforma Ushahidi “Take Back the Tech!” (¡Dominemos la tecnología!) reveló el daño sumamente real que provoca la violencia en línea contra las mujeres. Alok Vaid-Menon, artista de performance, escritorx y educadorx indoestadounidense de género no conformista, señala que: “La violencia en línea puede ser particularmente dolorosa, porque la Internet es el lugar al que he acudido durante mucho tiempo en búsqueda de seguridad/comunidad/reconocimiento; mi espacio creativo. Cuando ese espacio está bajo amenaza, es un recordatorio de lo precaria que es la cuestión de la seguridad en general”.
Es necesario tomar en cuenta esta pandemia de violencia de género en línea para cualquier respuesta a la seguridad digital. Es fundamental que seamos conscientes de las relaciones de poder, especialmente en torno a la tecnología, un área en la que se ha excluido tradicionalmente a las mujeres —a las mujeres negras, las personas LGBTQI y las mujeres indígenas, en particular— y sus aportaciones se han hecho invisibles. Respetar y escuchar las experiencias de personas con identidades y ubicaciones diversas es una oportunidad para aprender y comprender diferentes experiencias. La creación de espacios seguros de intercambio —donde se tomen en cuenta las necesidades de seguridad personal, política y física— y el fomento de la capacidad local y las redes de apoyo relacionales generan apropiación y conocimientos colectivos. Este enfoque contradice la estrategia organizativa habitual de incorporar capacitadores que no pertenecen a los contextos locales para que realicen intervenciones breves, algo que no garantiza la sustentabilidad ni crea redes confiables para activistas.