(Columna de Julia Pomares, directora del Programa de Instituciones Políticas de CIPPEC)
¿Por qué no hay coaliciones de gobierno en Argentina?
Desde 1989 todos los presidentes argentinos ganaron en las urnas con el apoyo de más de un partido político. Pero estas coaliciones electorales no se convirtieron en coaliciones de gobierno porque, ante el dilema de sumar apoyos o privilegiar a su círculo íntimo, los presidentes argentinos optan por el segundo camino. Con cada designación de un ministro, el Presidente señaliza cuáles son sus objetivos políticos, qué intereses busca satisfacer y quiénes son sus aliados para lograrlo. Designar ministros es una de las principales herramientas de poder de un presidente: no hay ningún condicionante institucional a su decisión.
¿Con qué criterios conforman sus gabinetes los presidentes argentinos? La respuesta podría ser fácil: depende del estilo de liderazgo del presidente. Pero no deberíamos contentarnos con respuestas que descansan solo en la personalidad de un líder. ¿Qué tuvieron en común presidentes con estilos diferentes, como Néstor Kirchner, Fernando de la Rúa y Carlos Menem cuando eligieron ministros? Un estudio de CIPPEC sobre las más de 200 designaciones de ministros realizadas desde 1983 muestra que, más allá de ciertas particularidades de cada período, las coaliciones electorales no se convierten en coaliciones ejecutivas que faciliten a los presidentes sancionar leyes y dar perdurabilidad a sus programas de políticas.
Y esto no es así porque los presidentes no lo necesiten. Los presidentes argentinos tuvieron, en promedio desde 1983, una efectividad del 60%: de cada diez proyectos que envían al Congreso, logran que les aprueben seis. La efectividad de los presidentes de la región es mucho más alta: los presidentes brasileños tienen una efectividad del 73% y, los chilenos, del 85%. Estos presidentes construyen gabinetes de coalición: premian a sus socios electorales y legislativos con puestos en el gobierno. Cuando designa a sus ministros, el presidente enfrenta un dilema: sumar apoyos, premiando a quienes puedan garantizarle mayor respaldo político, o cerrarse sobre sus colaboradores más cercanos, privilegiando la máxima confianza y el control. Pese a las diferencias de estilo, desde 1983 los presidentes argentinos privilegiarona colaboradores de máxima confianza en sus gabinetes. Entre ampliar o cerrar el círculo, el camino seguido es generalmente el segundo.
Y esta tendencia se refuerza en los momentos en que su poder se debilita. Cuando los presidentes pierden apoyo en las elecciones legislativas de mitad de mandato (algo muy frecuente en la Argentina y en muchas partes), se reclinan aún más sobre sus colaboradores más cercanos: aumenta la proporción de ministros del partido del presidente, los que provienen de su mismo distrito y los que no tuvieron cargos electivos previos. Por otro lado, los gabinetes de la democracia reciente no fueron representativos en términos geográficos: fueron mayormente metropolitanos. Siete de cada diez ministros nombrados desde 1983 con algún cargo electivo previo a asumir el cargo provinieron de la ciudad o de la provincia de Buenos Aires. Más aún, siete provincias no tuvieron nunca un ministro en estos 31 años de democracia. Un gabinete que no reconoce a las provincias con cuyos legisladores se construyen las mayorías legislativas tampoco contribuye a estabilizar los acuerdos en el Congreso.